El Camino después de la GuerraVideo con el Testimonio de un Sobreviviente durante y después de la Guerra

Una vida mejor a través de la Asociación Femenina después de la Guerra

Sra. Keiko Matsuda

Año de nacimiento:1927

Lugar de nacimiento:Aldea de Yomitan

Una vida de evacuación

Yo tenía 18 años en el momento de la guerra. Yo no estaba tan preocupada por la guerra. Mi padre y mi hermano mayor fueron expedidos a la guerra. Mi hermana mayor trabajaba en una oficina de correos. El resto de mi familia éramos todos niños. De quienes nos quedamos en casa, yo era la mayor y la más fuerte, así que debía ayudar a mi madre, y yo siempre estaba con ella para vigilar la casa. Había un lema que decía «Defensa detrás de las armas», y una vez que los hombres salieron a la guerra, los que se quedaron en casa, hicieron su mejor esfuerzo para proteger a la comunidad local. En ese momento, el grupo juvenil local también estaban haciendo su mejor esfuerzo. Yo estaba en una edad en la que no sabía el significado de la cooperación durante la guerra, no conocía el horror de la misma, o entender lo que realmente era la guerra.

Fuimos evacuados a Hentona en el Pueblo de Kunigami. Luego, fuimos a un asentamiento llamado Toubaru. Los habitantes de Yomitan se reunieron en el lugar de evaciación. Inicialmente, vivíamos en casas particulares asignadas, pero nos ordenaron subir la montaña porque se acercaba el enemigo. En medio de la noche, cargamos nuestras pertenencias y subimos la montaña en la oscuridad. Hentona, estaba en lo profundo de las montañas.

Íbamos al campo por la noche en busca de comida y la conseguíamos de poco en poco. Lo primero que buscábamos eran hojas de patata dulce llamadas «kandabaa». No importaba cuánto recogiera, porque siempre había muchas hojas creciendo cuando volvíamos. Dado que en las raíces de estas hojas habían patatas dulces, siempre y cuando no la deseterrábamos, podíamos esperar que crecieran más hojas para cuando volvamos a buscarlas. Pero si desenterramos todas las patatas dulces, las hojas se marchitan al día siguiente. Entonces, si dejábamos las patatas dulces intactas, tendríamos comida segura para el siguiente día. No sabíamos mucho sobre la agricultura, pero eso sí sabíamos. No desenterrar las raíces (de las patatas dulces), y dejar algo de comida para mañana. Así fue como vivimos. Poco a poco comencé a saber qué es lo que quedaba y dónde estaba. Cuando se acababa la comida, desenterrábamos las patatas dulces. Al principio, estábamos inseguros acerca de qué hierbas recojer de los bordes de caminos. «Esto es comestible», «Esta hierba es segura para comer». Así nos enseñaban las personas mayores que estaban con nosotros. Una vez que comimos todas esas hierbas, sólo nos quedaban las hojas de patatas dulces. Creo que las patatas dulces de Okinawa fueron lo que nos salvó la vida.

Cuando fuimos al mar para buscar comida, lanzaron una bengala, y la luz de las bengalas hizo que la zona pareciera más brillante que la luz del día. Incluso podía ver claramente a la gente. Un día, las bengalas estallaron tan brillante que me arrastré por el suelo. Unas balas cayeron a mis pies junto con el sonido, así que pensé que había perdido mis piernas, y ví que mis pantalones estaban perforados por las balas que lo habían atravesado.

Pasamos tres meses en las montañas. No sé lo que podríamos haber comido si la guerra hubiese continuado por más tiempo. (Cuando supimos de que la guerra había terminado) No pudimos ir a casa de inmediato. Por la noche, todos nos escondíamos mientras nos dirijíamos a la zona Yaka (en el Pueblo de Kin), y como no podíamos movernos durante el día, no fuimos al campo de concentración. Alguien que sabía de nuestra situación nos preguntó: “Ustedes son de Yomitan, ¿no? » Y nos dijo: «Tengo un pequeño espacio vacío, así que pueden quedarse allí». Per cuando fuimos al lugar, era un establo de caballos y una choza de cerdos. Limpiamos el lugar y nos acostamos sobre cualquier cosa que pudiera ser usado como una estera.Aún así expresamos nuestro agradecimiento y felizmente pasamos la noche ahí. Seguimos caminando al día siguiente, y nos tomó varios meses para llegar cerca de Yomitan.

Durante mucho tiempo, no supimos que nuestro padre había muerto en la guerra. Pensaba que mi padre volvería a casa y todos esperábamos su regreso. Nos dijeron que murió cerca del lugar donde estábamos. Algunos años después, nos enteramos que mi padre había muerto en Chatan. Nuestra familia lo buscó en varios lugares, hasta que encontramos un lugar en donde podría haber sido enterrado. Me di cuenta de que mi padre realmente había muerto.

Creo que no hay nada más estupido que la guerra. Me preguntaba por qué teníamos que luchar y matarnos unos a otros, y por qué teníamos que sacrificar tanto solo por hacer guerra. Por eso quiero que haya paz. Creo que la paz es lo más importante que cualquier otra cosa.

Cuando terminó la guerra y volvimos a casa, lo habíamos perdido todo. Recuerdo la casa donde vivíamos, pero se había convertido en un área plana. Me asombra que antes solía existir una casa allí. Tampoco quedó nada de mi pueblo. Simplemente permanecimos allí y lloramos. Me preguntaba si seríamos capaces de vivir en esas condiciones. Llegamos a nuestra aldea natal exhasutos por la guerra, y aunque nuestra familia estaba por fin reunida, estaba perdida preguntándome cómo íbamos a vivir en adelante.

Mejora de la vida después de la guerra

Por suerte en ese momento, fue el proyecto de divulgación de la posguerra lo nos que animó y nos salvó a todos. Ese era el grupo de Mejora de la Vida. Mujeres jóvenes de 20 a 30 años, fueron reclutadas. Si de alguna manera no ideáramos una forma de reconstruir nuestras vidas, sería muy difícil seguir adelante. La guerra terminó en 1945, y en 1948, nos juntamos y empezamos a hacer algo de trabajo para mejorar nuestras vidas. Todos trabajamos muy duro en esto.

La recuperación de la pobreza de la posguerra estaba llena de esperanza. Pude vivir hasta ahora gracias a que sobreviví a la guerra, y ahora viviendo así, bendecida con hijos, quería de alguna manera vivir una buena vida. Ese deseo me dió la esperanza que mañana las cosas serían mejor. Cuando recuerdo esos días, quedo abrumada por la emoción. Incluso sólo con patatas dulces para comer, creía que las cosas mejorarían mañana.

Entre la comida, ropa y refugio, construir una casa era lo más difícil. Solíamos cantar una canción llamada La canción del vecino (Tonarigumi). «El vecino toca toc, toc, toc», «Disculpeme mientras abro la ventana», Como sugiere la letra, familias numerosas vivían en pequeñas casas para dos familias, así que abríamos nuestras ventanas y compartíamos todo para ayudarnos unos a otros. “Horneamos bastante patatas dulces así que por favor sírvanse un poco». Así es como vivíamos en viviendas estandarizadas después de la guerra.

Lo más importante era la comida. Mientras pudiéramos llenar nuestros estómagos, todos podríamos pensar mucho mejor. Los uniformes HBT eran uniformes de color verde usada por las tropas estadounidenses, y aquellos que trabajan en trabajos militares solían traer viejos uniformes HBT, el cual cuidadosamente desmontábamos para costurar ropa que pudiéramos usar. (En aquella época) Aunque naciera un bebé no había ropa para ellos. Cuando los hombres regresaron de la guerra, aumentó el número de niños, y cada familia tenía de tres a cuatro hijos. Como no podíamos dar a los bebés alguna ropa para ponerles, pensamos en usar las telas de paracaídas militares estadounidenses para costurar ropa. Ahora que lo pienso, es divertido y a la vez me salen lágrimas. Buscábamos paracaídas que estaban rasgadas al quedar atrascadas en el alrededor de un aeropuerto cercano, íbamos a buscarlos para costrurar ropas de bebé con el material suave de los paracaídas, y la regalábamos a las familias que acababan de tener bebés. Una vez que los bebés podían caminar, costurábamos ropa sencilla como pantalones y chalecos con las telas de uniformes HBT. No había diferencia entre ropa de niños o niñas, así que agregamos unos bordados para las niñas. Así empezó el bordado de posguerra. Usamos hilo de seda que era extremadamente fácil de usar para bordar. Aprendí a teñir hilos una vez que empecé a bordar. Recogíamos algunas hojas y teñíamos de colores nuestra ropa. Encontré un niño vistiendo una ropa hermosa hecho de uniformes HBT que tenía varios patrones, así que le pedí a la madre del niño que me enseñe cómo hacer patrones.

Cría de cerdos y presupuesto doméstico

Los cerdos que dan a luz sólo tienen 12 pezones. Cuando una vez nacieron 14 lechones, me dijeron que viniera ya que habían nacido muchos lechones,y me regalaron un pequeño lechón. Fuí donde los estadounidenses para pedirles leche y sobras de comida, pidiéndoles que me lo compartieran porque tenía un lechón a criar. También me traía leche y sobras del almuerzo escolar. Criamos el lechón con cosas que se tirarían como basura. Tardó unos seis meses para criar al lechón en ese entonces, y casos similares se podían encontrar en cualquier otra familia. Te sorprenderías por la cantidad de lechones que había. Todos necesitábamos una pocilga en ese entonces, y construimos uno pequeño rodeada de piedras, solíamos ​​criar lechones y usarlos como fuente de financiación.

Ganar dinero requirió mucho esfuerzo. Mientras criábamos a nuestros hijos, queríamos enviar a todos ellos a la escuela secundaria, pero algunas familias no pudieron debido al alto costo. El presupuesto doméstico jugaba un papel importante en la mejora de la vida. Mantener un presupuesto nos dió sabidurías para administrar los gastos de vida.

Nacimiento del Coro Nabekama (ollas y sartenes)

El Coro Nabekama fue una iniciativa muy interesante. Cuando estábamos trabajando para mejorar la vida de la comunidad, habían pasado unos 7 a 8 años desde que la guerra había terminado. No había nada para entretenernos, y nos sentíamos desanimados. Sin televisión ni periódicos, simplemente platicábamos, tomábamos té y nos íbamos a casa. Y un día, alguien trajo latas vacías que emitía sonidos agradables al ser golpeadas. Alineé algunas latas vacías y empezamos a golpearlas, alguien comenzó a cantar suavemente, “El vecino toca toc, toc, toc” y empezamos a golpear ollas y sartenes junto con la canción. Las tapas de las ollas sonaban bastante bien. Yo estaba a cargo del mortero. Era demasiado pesado para que alguien la cargue, utilicé el mortero y el pilón de madera, lo sostuve y usé una escoba para golpear el mortero. Los «Toumaami (habas)» producían el mejor sonido. Al hacer rodar los frijoles emitían un hermoso sonido y el sonido de estos frijoles me pareció increíble. En lugar de no tener entretenimiento, intentamos tocar en concierto con todos los sonidos en harmonía, así que tocábamos hasta la noche. Una vez que empezabamos a tocar juntas, era muy divertido. Denominamos a esa actuación «Naabikankan» (ollas y latas).

Después de nuestras lecciones de mejora de vida y cuando se acaban el «Yuntakuu (pláticas/charlas)», no había nada que hacer, y praticar el Naabikankan era muy divertido. Alguien sugirió que deberíamos probarlo una vez durante algún evento comunitario. De hecho, conseguimos hacer buena música, así que nos hicimos llamar «Coro Nabekama». Alguien del Gobierno de Ryukyu quedó impresionado y nos dijo: «¡La actuaciónfue increíble!» «Nos encantaría que vinieran a actuar.» Así que actuamos en varias comunidades, incluso fuimos hasta Yanbaru (Norte de Okinawa). Creo que nuestro Coro Nabekama pudo animar a todos.

Un mensaje para los jóvenes

Tenemos que ser un poco más cariñosos y serviciales con los demás. Si somos «Naahaibai (egocéntricos)» como lo somos ahora, y si no nos unimos como uno solo, no creo que nunca llegue la verdadera felicidad. No se si es porque envejecí, pero las cosas ahora se sienten diferentes en comparación con el pasado.

La gente ahora vive en familias más pequeñas, mientras antes solíamos tener familias numerosas. Los familiares solían invitarse unos a otros para quedarse a dormir y comer, y la gente estaba dispuesta a ayudarse unos a otros. Hoy en día, no creo que haya mucho contacto con personas mayores. No importa cuánto queramos enseñar, o tengamos la sabiduría de cómo transmitir, pero ahora tenemos menos oportunidades de poder transmitirla. No podemos volver al pasado, pero creo que la gente más joven debería involucrarse más con la comunidad local. Espero que seamos capaces de pensar que cuando la comunidad local es mejor, nosotros mismos seremos mejores, y mejores serán nuestros hijos. No basta con decir que estás bien porque tienes una educación adecuada en tu propio hogar, estoy segura de que siempre habrá algunos problemas de alguna u otra manera.


La Sra. Keiko Matsuda utilizó su experiencia de trabajo como contadora en un centro de distribución de alimentos inmediatamente después del final de la guerra, para mejorar las ocasiones ceremoniales de la comunidad y para mejorar la vida de la población local. Lideró un movimiento de Mejora de la Vida. También ayudó a revitalizar la comunidad local formando la Asociación de Vecinos por la Educación, para la educación de los niños de la comunidad. Desde entonces, ha ocupado cargos relacionados con la familia y la comunidad local, como Directora de la Federación de Mujeres de Okinawa, Presidente del Movimiento de Mejoramiento de Vida, y Mediadora de Relaciones Domésticas de la Corte Familiar.