El Camino después de la GuerraVideo con el Testimonio de un Sobreviviente durante y después de la Guerra

La vida durante la época del auge de Yonaguni

Sra. Chieko Nagahama

Año de nacimiento:1933

Lugar de nacimiento:Pueblo de Yonaguni

Ataques aéreos en Yonaguni

Mi padre murió cuando yo era una niña pequeña. Con tres hijas a su cargo, la vida era muy difícil para mi madre. Cuando ella era joven, trabajó en Taiwán como empleada doméstica. Le dieron trabajo de cocinera en una tienda de kimonos. Sin embargo, su empleador le dijo que dejase de cocinar y se convirtiese en costurera. Creo que era buena con las manos porque podía coser haoris y hakamas (ropa formal tradicional japonesa). Aprendió técnicas de confección japonesas y regresó a Yonaguni. Como la vida en ese entonces no era tan lujosa, solo tenía trabajos de costura para ocasiones especiales como Año Nuevo y Bodas, y normalmente se ganaba el sustento tejiendo.

Yo estaba en el cuarto año de primaria cuando empezó la guerra. En clase, de repente, escuchamos un sonido alto y explosivo. Un avión militar estadounidense volaba sobre la escuela a baja altura. Volaba hacia la parte occidental de esta isla. Por aquel entonces, había una fábrica de bonito seco en esa dirección, en Kubura. La fábrica tenía una chimenea alta y quizás confundiéndola con una fábrica militar, los estadounidenses lanzaron bombas incendiarias en esa zona. La aldea de Kubura estalló en llamas. Fue horrible para todos.

Yo tenía 13 años por aquel entonces. En aquella época, la gente tenía la costumbre de de celebrar los 13 y los 25 años para chicas que vivían en casa, y que aún no se habían casado. Un día, mi madre preparó arroz cocido con frijoles rojos y otras delicias, y toda la familia se reunió alrededor de la mesa. Le pregunté qué pasaba y me dijo que era para celebrar mis 13 años. Mientras comíamos, comenzó un ataque aéreo. Comimos tomando precauciones. Cubrimos las lámparas para que la luz no fuera visible y pusimos tatamis para evitar heridas por cualquier explosión. Un miembro de la brigada gritó: “¡Ataque aéreo! ¡Llega un ataque aéreo!”y nos instó a huir a un refugio antiaéreo. Todos a nuestro alrededor entraron en pánico. Mi madre recogió toda la comida sobrante que había preparado, la metió en una cesta y tratamos de huir, pero no pudimos escapar a a ningún lado. Éramos una familia compuesta sólo por mujeres con una madre soltera y no habíamos podido cavar un refugio antiaéreo en casa. Solo pusimos los tatamis en vertical y nos agachamos entre ellos.

Después, todo el mundo se fue de Sonai y huyeron a un refugio. Nosotras hicimos lo mismo. Nos refugiamos en el establo de un familiar. Cortamos hierba de pampas y plantas rastreras (hojas de patatas dulces), y las esparcimos sobre los excrementos de las vacas. También pusimos unas esteras encima y logramos pasar unos días allí. Era difícil caminar sobre las esteras, normalmente hubiera sido maloliente y desagradable, pero el miedo y el cansancio superaron ese olor, que no nos molestaba ni para comer.

La situación alimentaria durante la guerra

Las patatas dulces eran la comida básica durante la guerra. Estábamos bien siempre y cuando podíamos comer patatas dulces. Pudimos cultivar patatas dulces en el huerto, pero no habían otros alimentos. Incluso si queríamos comprar otros alimentos, no podíamos. Como los pesticidas no se usaban en ese entonces, cuando llovía aparecían muchos caracoles bajo los árboles y en plantas rastreras en los bordes de los campos. Recogíamos los caracoles, nos llevábamos muchos a casa y los poníamos en los caldos. Comimos cualquier hierba silvestre que se pudiera comer. Ayudamos a nuestra madre a cultivar patatas dulces y generar comida para lograr sobrevivir. Las personas que vivían cerca de nuestro refugio nos traían cosas de las que carecíamos, y gracias a esa ayuda pudimos sobrellevar esos tiempos.

Ingreso a una escuela de formación profesional

Tras el fin de la guerra, mi madre era la única que trabajaba. Como tengo dos hermanas menores y soy la hija mayor, cuando terminé el sexto curso de primaria,mi madre me pidió que empezara a trabajar para la familia. Yo veía que ella trabajaba muy duro, así que no pude oponerme a ello. Pasado un tiempo, se creó una escuela de formación profesional en lo que ahora es el lugar de un antiguo aeródromo. Le dije a mi madre que deseaba asistir a esa escuela durante dos años, y abandoné el hogar con lágrimas en los ojos, para ingresar a la escuela.

Trabajo de confección y la era del auge

Después de graduarme de la escuela de formación profesional, me matriculé en la escuela de confección en Sonai. Sentí que debía hacer mi mejor esfuerzo para aprender confección y ayudar a sostener a mi familia. Gracias a que aprendí confección de forma rápida y también por mi experiencia como costurera, establecí mi propio negocio y empecé a trabajar como modista en Sonai. Cosía pedidos que venían de varios lugares.

Por aquel entonces, llegaban distintos tejidos desde Taiwán a Kubura. Los restaurantes también estaban en auge, con alrededor de 60 establecimientos. También empezaron a llegar muchos pedidos de Kubura. Cuando tenía 20 años, me mudé a Kubura y continué trabajando como modista. Fue una era realmente grandiosa y próspera. Había tantos puestos de comida alrededor de lo que hoy es el muelle que casi no había sitio para caminar. Dado que Kubura estaba en auge, la gente venía desde Sonai para vender tortas de arroz y tofu. No había autobuses, así que caminaban cargando y vendiendo sus mercancías. Los pescaderos ponían sus capturas en un recipiente llamado «achi-ru», y la equilibraban en la cabeza mientras caminaban intentando conseguir venderlas. La distancia entre Sonai y Kubura era de aproximadamente ocho kilómetros. Las carreteras estaban en malas condiciones. Cuando llovía, se volvían fangosas. En aquella época, para ir a Kubura se necesitaba un caballo.

La economía creció inmediatamente después de la guerra, y yo tenía a una persona de Taiwán viviendo en mi casa. Llegaban de Taiwán varios productos locales, y productos en cajas como alimentos, uniformes del ejército de los EE.UU. eran enviados desde la isla principal de Okinawa. Yo no entendía muy bien los contenidos de aquellas cajas, pero la gente los intercambiaba por otras mercancías y eran enviadas de vuelta a Taiwán y Okinawa. La gente de la isla principal traía mercancías taiwanesas a Naha. Eso es lo que decía la gente. Muchas personas comerciaban para conseguir mercancías taiwanesas, como cosméticos y tejidos, y las traían de vuelta a la isla Yonaguni. Había mucha gente mayor que yo haciendo esto.

Los muelles del puerto de Kubura no eran tan profundos, y los barcos no podían entrar durante la marea baja. Detenían los barcos en alta mar y el cargamento se llevaba al puerto utilizando botes llamados «sampán». Esto significaba que se necesitaban trabajadores para transportar las mercancías. Mucha gente vino a Kubura por la demanda que había para transportar mercancías. Los huevos se apilaban en los patios, y se decía que la economía iba tan bien que incluso las gallinas no necesitaban comer los granos de arroz caídos. Entraron muchas frutas de Taiwán, y estaba viviendo una vida buena. Los hombres ganaban dinero durante el día, y comían y bebían en bares por la noche. Ya no está allí, pero por aquel entonces, había un refugio antiaéreo subterráneo y debajo de ese refugio, había un bar. Me preguntaba cómo se construyó ese bar, pero había bares en diversos lugares como ese. Había unos 60 bares en toda la aldea de Kubura. Las cosas realmente iban bien.

La tía de un familiar me trajo a Kubura. Como hacían falta costureras en Kubura, me mudé allí, a la casa de un familiar. Un día, un cliente me trajo una tela con la promesa de pagarme el doble si terminaba de costurarla esa misma noche. Así de bien iban las cosas. Estaba muy ocupada con pedidos de este tipo. No tenía tiempo ni para dormir. No podía terminar el trabajo a tiempo por mí misma, así que compré más máquinas de coser y contraté a una ayudante. Por aquel entonces, la electricidad solo estaba disponible hasta las 10 de la noche. Después de eso, teníamos que trabajar con una lámpara. Creo que la compañía eléctrica experimentaba cortes de luz por aquel entonces. Tuve muchas dificultades, pero también tuve buenos beneficios. Pasado un tiempo, me casé con una persona de Kubura, lo que me dificultó regresar a Sonai. Así era mi vida en ese entonces.

La era del auge duró del 1945 al 1947. En 1949, la economía decreció. La represión del ejército estadounidense se volvió más estricta. Estas medidas eran frecuentes, lo que produjo una situación dura para nosotros. Con la economía deteriorándose rápidamente, la gente regresó a sus propias islas, y los que tenían barcos empezaron a trabajar en la pesca. Antes de darnos cuenta, la era del auge había terminado. La economía despegó en 1945, pero para 1949 la prosperidad se había esfumado. Durante el auge, la población de Yonaguni ha aumentado a 12.000, y en Diciembre de 1947, Yonaguni pasó de ser una aldea, a una pueblo.

La situación en el pueblo pesquero de Yonaguni

Mi esposo era pescador y como la pesca era próspera en Kubura, construyó tres barcos de pesca a la vez: Nº 1, Nº 2 y Nº 3. Un barco necesitaba siete pescadores. Para ejercer pesca de marlín con arpón, si no tenías suficientes personas, simplemente no podías pescar. Jóvenes de Miyako e Itoman vinieron por esta razón: para pescar. Los que estaban casados tenían quien les preparase la comida; pero los que estaban solteros, yo tenía que cuidar de ellos, algo que era agotador. Trabajaba tanto que no tenía tiempo para dormir por la noche. Además, mi suegro tenía una fábrica de bonito seco. También tenía que cocinar para docenas de trabajadores de la fábrica.

«Contrabando» con Taiwán

Como mi esposo tenía barcos, también se dedicaba al «contrabando»*. *Las transacciones y los acuerdos comerciales que surgían espontáneamente inmediatamente después del fin de la guerra. Mi esposo cortaba su tarjeta de presentación por la mitad; le daba una mitad al receptor del cargamento en Taiwán, y le daba la otra mitad a la persona que transportaba el cargamento desde la isla Yonaguni. Si las dos mitades coincidían cuando se reunían, se entregaban las mercancías. Así era cómo se entendían. El sello que utilizaba en esas transacciones era hecho en Taiwán. Como mi esposo viajaba hacia y desde Taiwán podía hablar un poco de taiwanés. También trabajó como marinero en Taiwán durante varios meses después que perdió sus barcos. Aparentemente aprendió poco a poco, mientras escuchaba el idioma. De vez en cuando, venía a casa con su socio comercial taiwanés para pasar la noche y comerciar. A menudo los veía cargando mercancías en el barco.

Un mensaje para los jóvenes

No más guerra. Quisiera que alguien me pudiera explicar las razones y causas de las guerras. Me gustaría que el mundo se convirtiese en un lugar donde todos podamos vivir en paz. Nunca quisiera que la generación actual de hijos y nietos experimenten la guerra.


La Sra. Chieko Nagahama prosperó con el contrabando de posguerra con Taiwán. Trabajó en la aldea de Kubura en el negocio de la confección. También apoyó a su esposo, dueño de barcos, que cruzaba la frontera con Taiwán, y ayudó a los marineros de distintas maneras. Actualmente, continúa confeccionando ropa con textiles tradicionales de Yonaguni, haciendo uso de las técnicas de confección que aprendió cuando era joven