El Camino después de la GuerraVideo con el Testimonio de un Sobreviviente durante y después de la Guerra

Mi experiencia de posguerra como superviviente del «Tsushima Maru»

Sra. Keiko Taira

Año de nacimiento:1934

Lugar de nacimiento: Aldea de Kunigaimi

La vida en el pueblo de Kunigami

Nací en 1934 en una comunidad llamada Aha en Kunigami. Todos en la comunidad eran agricultores por lo que en cada siembra y cosecha de la temporada, los niños también ayudaban con el trabajo y eramos muy serviciales. En aquel entonces, cuidaba del ganado como vacas, cerdos y gallinas, y también cuidaba a mis hermanos menores, por lo que ayudaba más a mi familia que concentrarme en mis estudios. Yo era la cuarta hija de los siete hermanos y hermanas.

Embarque en el Tsushima Maru

Éramos 6, mi abuela, mi hermana que asistía a la Escuela Femenina Secundaria de la Prefectura, mi hermano que cursaba el sexto grado en la Escuela Naciona de Primaria, yo en el cuarto grado, la novia de mi hermano mayor en Tokio, y mi prima Tokiko, quien vivía al lado de mi casa y que estaba en el mismo grado que yo, también decidió evacuar junto con nosotros, a pesar de las oposiciones de sus padres.

Nuestro motivo para la evacuación a la isla principal de Japón era que queríamos ver a nuestro padre y hermano mayor que estaban en Tokio. Además, pensábamos que podíamos ver la nieve y viajar en tren si íbamos a la isla principal de Japón. Ni por un momento pensé que estábamos en guerra y que era peligroso viajar. Más que eso, teníamos un gran anhelo de ir a la isla principal de Japón. Aunque nuestra madre estaba vacilante acerca de la evacuación al principio, ella terminó estando de acuerdo con mi hermano del sexto grado quien estaba entusiasmado con evacuar. Nuestra abuela también se mostró reacia a la evacuación, pero como la comunidad estaba tratando de evacuar a los ancianos y a los niños, mi abuela, a pesar de que no quería abandonar su casa, no tuvo más remedio que evacuar. Los aldeanos animaron a mi abuela a ir a Tokio para ver a su hijo. Pero al final, ella no regresó de ese viaje de evacuación.

El Tsushima Maru se hunde

En la noche del 22 de Agosto de 1944, se emitió una orden de «subir a la cubierta» del Tsushima Maru, en el que estábamos embarcados. Nuestra familia también subió a la cubierta y los seis estuvimos juntos en un mismo lugar. Tokiko y yo nos quedamos dormidas en los brazos de mi abuela. Cuando desperté, no podía encontrar a mi familia y yo estaba en medio del mar. No podía oír a mi hermana, quien estaba a mi lado, y no había ni rastros de mi abuela. Gritaba: “¡Hermana!, ¡Abuela!» Pero no hubo respuesta alguna. Las olas se volvían cada vez más violentas, y los fuegos seguían ardiendo en el Tsushima Maru que había sido atacado por un submarino estadounidense. Pude ver a los soldados lanzar al mar a los niños del Tsushima Maru que se hundía, y yo estaba flotando en el mar en una situación en la que no entendía lo que estaba pasando. Estuve completamente separada de mi hermana desde entonces, más tarde escuché que mi hermana y a la novia de mi hermano fueron rescatadas por un barco. Debido a que el flujo de la marea se dividió en norte y sur, nosotras fuimos arrastradas hacia el sur, y mis hermanas fueron arrastrada hacia el norte, hasta Kagoshima.

Me reencontré con Tokiko en el mar, quien estaba llorando. La animé a que dejara de llorar porque no podría ver bien las cosas por las lágrimas. Nos aferramos a un barril de salsa de soya para mantenernos a flote. Pero las olas arrastraron a Tokiko lejos del barril de salsa de soya, y desde entonces, está desaparecida. La busqué por un tiempo, pero no pude encontrar a Tokiko. Tenía miedo. Tokiko ya no estaba, la gente se hundía bajo las olas, y los cuerpos flotaban. Entonces, alguien empezó a hacer ruido a unos 50 metros de distancia. Supe que había alguien con vida allí, así que me sumergí y nadé bajo los cuerpos y objetos flotantes, y pude subirme a una balsa que estaba a 50 metros frente a mí. La balsa era sólo del tamaño de dos tatamis y estaba hecha de bambú. Decenas de personas estaban peleando por subirse a esa balsa. Un adulto me agarró por las dos piernas y me arrastró al mar. Esta persona me sacó de la balsa y estaba tratando de subirse a la balsa. Incluso después de ser arrastrada al mar, la gente seguía jalando mis brazos y piernas, pensé que me iba a ahogar y morir ahí. Pero quería de alguna manera aferrarme a esa balsa sin importar nada, y finalmente logré subir a bordo.

Al amanecer, solo había 10 personas en la balsa cuando la noche anterior eran decenas, además, ninguno de los hombres que había estado arrastrando a otros, estaba ahí. Había un niño de unos dos años en brazos de su madre, y otras nueve personas, todas mujeres.

A la deriva en una isla desierta

Estábamos perdidas en el mar. Durante la deriva, dado que el sol de pleno verano de Agosto brillaba fuertemente, nuestra piel se quemaba y pelaba, y todas teníamos un mal aspecto. Ahora que lo pienso, es inexplicable cómo pudimos sobrevivir durante seis días a la deriva en el océano. Fuimos arrastradas a la orilla de una isla desierta llamada Edateku, en la aldea Uken de las islas Amami Oshima. Cuando la balsa se detuvo, saltamos rápidamente de ella. Cuando llegamos a la isla, me sentí muy feliz.

Al amanecer, nos dirigimos hacia el interior de la isla en busca de agua. Después de eso, esperamos durante mucho tiempo a que un barco apareciera en la costa, hasta que finalmente, apareció uno frente a nosotros. Unimos nuestras fuerzas para gritar fuerte y poder detener el barco. Yo me subí a una roca alta, después de un rato, el barco cambió de rumbo y se dirigió hacia nosotras. La alegría de ese momento fue algo indescriptible. Todas llorábamos de alegría. El capitán del barco quien me encontró, me elogió diciendo: «Buen trabajo, Has hecho un gran trabajo, pequeña». Y cuando estaba callada y miraba al suelo, continuó diciendo: «Vamos, come tu comida» y nos ofreció un contenedor de arroz blanco suave y el otro era de azúcar morena suave. Metimos las manos en los contenedores y comimos desesperadamente.

De las diez personas que estábamos en la balsa, sólo cuatro de nosotras sobrevivimos. Luego nos trasladaron a una clínica de la aldea en la orilla opuesta de la isla Edateku. Recibimos tratamiento médico y alimentación, nos atendieron muy bien. Finalmente nos sentimos vivas.

La vida en Amami Oshima

Un día, conocí al amigo de mi padre, el Sr.Tsukayama, quien me llevó a una aldea llamada Koniya, de las islas Amami Oshima. Pasé medio año ahí. (Durante un tiempo) Fui criada por el Sr. Tsukayama. Había un niño pequeño, de unos nueve meses, y pasaba mi tiempo cuidando al niño, e iba al encuentro con el Sr. Tsukayama que salía y regresaba con su barco. También hubo ataques aéreos contra Amami Oshima. A veces nos escapamos a un refugio antiaéreo por la noche.

El Sr. Tsukayama había enviado un telegrama a mi madre que decía «Keiko está aquí, está viva» Cuando mi madre vio el telegrama, se alegró mucho de saber que había sobrevivido, y ella esperaba ansiosa mi regreso. Cuando recibía una carta de mi madre, me escondía para leerla, y lloraba. Como la familia Tsukayama me cuidaba muy bien, sentía que estoy en deuda con ellos, y pensaba a mi manera que no debería mostrarles mi tristeza, y trataba de disfrutar cuidando al bebé.

Cuarenta personas de la comunidad Aha en Kunigami abordaron el Tsushima Maru, pero 37 de ellos murieron. Solo yo, mi hermana y la novia de mi hermano habíamos sobrevivido. Por eso había casas inhabitadas en la comunidad incluso después de la guerra. Familias enteras habían abordado el barco y familias enteras habían fallecido.

Regresar a casa después de medio año

El 22 de Febrero de 1945, salimos en el barco del Sr. Tsukayama desde Amami Oshima de ida a Okinawa. Pasamos una noche en Tokunoshima, y al salir, y nos encontramos con un ataque aéreo. Vimos cómo atacaban los barco desde el cielo. El Sr. Tsukayama dijo que era peligroso continuar y no quería que su barco fuera destruido por el ataque, así que nos escondimos en el puerto de la isla Yoron. Cortamos arbustos de una montaña cercana y las utilizamos para camuflar el barco. Una vez que cesó la alarma de ataque aéreo, cruzamos el mar de noche, y finalmente llegamos a la comunidad de Ada en Kunigami.

Mi madre vino hasta Ada para buscarme, miraba frenéticamente a su alrededor, tratando de encontrarme, y aunque mi ella me miraba directamente, no me pudo reconocer. Había cambiado tanto que estaba irreconocible. Cuando vivía en Aha yo era muy delgada, pero crecí después de vivir con el Sr. Tsukayama en Amami Oshima, mi piel se había vuelto más blanca, y me veía diferente. Por eso, mi madre no pudo reconocerme. Así que fui yo quien la abrazó.

Cuando volví a mi comunidad natal en Aha, la primera persona que ví fue la madre de Tokiko. «¿Regresaste sana y salva, pero dejaste a mi Tokiko en el océano?» me dijo con toda claridad. Lloré y me escondí en mi casa. Pensé en cómo se sentirían los padres al perder una hija, y pensé que merecía que me dijeran eso. En ese entonces, un soldado llamado Sr.Yoshida estaba estacionado en nuestra casa. Estaban en Aha para defendernos. Se asignó un soldado a cada familia para que les den comidas. El soldado pertenecía al Cuerpo de Señales, y estaba en una misión en las montañas. El patio de la escuela había sido convertido en un huerto de patatas dulces. Ocasionalmente hubo ataques aéreos, y me dijeron que había fuego de ametralladora en el pueblo el día que llegué a Ada. Todos se preguntaban cómo había conseguido regresar a salvo en medio de esta guerra.

La dura vida de evacuación

En Marzo, nos mudamos a un refugio en la cima de una montaña. La batalla de Okinawa comenzó poco después. Estuve en ese refugio de Marzo a Abril, y luego nos dijeron que «Japón parece haber perdido la guerra» «Todos serán prisioneros de guerra, así que baje de las montañas». Todos fueron obligados a descender de las montañas y reunidos en la comunidad de Aha para ser colocados a bordo en barcos militares y ser trasladados a la zona de Noha en la aldea de Ogimi. Mi madre me dijo, “Nunca más voy a permitir que subas a un barco, Regresaste a nosotros con vida desde un barco hundido, si vuelves a abordar el barco, el ejército de los EE. UU. podrían abandonarla en el Océano Pacífico». Así que escapamos hacia el lado opuesto del océano, hacia las montañas. Nos adentramos en las montañas saliendo a la costa oeste

y escapamos a Ueshima en Hentona. Nos refugiamos en Hentona durante unos seis meses. No había comida, mi madre contrajo malaria y no podía ocuparse de sus hijos. En ese momento, sólo quedábamos cuatro en la familia: yo, mi madre, mi hermano de 4 años y mi hermana de 7 años. Así que caminé por un sendero de montaña de 36 km. desde Ueshima, Hentona hacia Aha, Kunigami para desenterrar patatas dulces de nuestro propio huerto. Los ponía en una canasta, y caminaba de vuelta por el sendero de 36 km. Hervía las patatas dulces y les daba a mi madre y mis hermanos, y cuando se acababan, volvía a la comunidad por más patatas dulces. Eventualmente, todas las patatas dulces de nuestra comunidad Aha se acabaron. No teníamos comida y estábamos hambrientos y tambaleantes. Mi hermano pequeño se puso especialmente delgado, con el vientre hinchado y al borde de la muerte. Me sentí responsable y llevé a mi hermano a un doctor, quien dijo, “Este niño no está enfermo, sino desnutrido”. Alguien nos dijo que sería mejor darle de comer ranas e insectos. Había ranas saltando en el patio trasero, así que las atrapaba, abría el estómago de la rana, la lavaba, le clavaba un pincho para asarla al fuego y le rociaba sal para darle de comer a mi hermano. Mi hermano decía que no quería comerlo porque estaba sucio y le daba miedo. Lo obligué a comerlo, diciéndole que moriría si no lo hacía. Mi madre, mi hermana y yo también atrapamos ranas y las comimos, lo que nos hizo sentir mejor. Después, mi hermano que aprendió el sabor de las ranas, nos decía: «Las ranas suelen salir por aquí cuando anochece». También comimos muchas libélulas y cigarras.

La vida tras el final de la guerra

Mientras hacíamos de todo para mantenernos vivos, la guerra terminó, y cruzamos la montaña en familia de regreso a Aha en Kunigami. Nuestra casa se había reducido a cenizas. Toda la comunidad había sido incendiada y no quedó una sola casa. Así que con la ayuda de algunos vecinos, construimos una pequeña choza, y empezamos a vivir allí después de la guerra. Inmediatamente después de la guerra, la escuela no era un lugar para estudiar. Muchas personas desplazadas del centro y sur de Okinawa fueron evacuadas al edificio de la escuela. Las ventanas de la escuela fueron destrozadas y dispersadas por las tropas americanas, y muchos desplazadas fueron alojadas allí. Sin nada para comer, la gente se moría de hambre. Escuché que todos los días moría gente, los cuerpos eran transportados en bolsas de arpillera, y arrojados cerca de la entrada al puerto, o cerca de las tumbas de la comunidad Aha. Muchos refugiados murieron de hambre. No había comida ni para nosotros los habitantes de la comunidad de Aha. Todos los campos habían sido devastados, y la gente hacía de todo para poder sobrevivir, como usar agua del mar para hacer sopa de miso. Aramos los campos en busca de algunas patatas dulce pequeñas que hubieran quedado en los campos. Era una situación en la que apenas sobrevivíamos.

Después de un tiempo, recibimos raciones gratuitas del ejército de los EE. UU., había varias cosas como leche, carne de cerdo, carne de vaca enlatada, y muchas otras cosas más. Todos se revitalizaron una vez que tuvimos buena comida, también se repartieron mantas, y de alguna manera pudimos sobrevivir.

El estudio y la vida en el dormitorio escolar

Mi padre, mi hermano, y mis hermanas volvieron a Okinawa desde Tokio, algo que nos animó mucho. Para entonces, ya habíamos conseguido cultivar patatas dulces en nuestro campo para alimentarnos, y pensé que era el momento de pensar en ir a la escuela secundaria. Sin embargo, no teníamos dinero suficiente para que yo pudiese ir a la escuela, y era difícil decirle a mi padre que quería ir a la escuela porque pensaba que nunca me lo permitirían. Cuando consulté con mi padre, él se opuso y me dijo que no había dinero para cubrir los gastos del dormitorio escolar, así que no tuve más remedio que rendirme. El padre de un compañero era el director de la escuela, y el director convenció a mi padre para que me dejara ir. Estaba feliz de que mi padre finalmente me diera permiso para ir a la escuela secundaria. Los cuatro de nuestra comunidad que tomamos el examen de ingreso a la escuela aprobamos, y hubo una gran celebración. Pude ingresar y graduarme de la escuela secundaria.

Me inscribí en la escuela secundaria de Hentona, que entonces se llamaba «High School». Tenía un dormitorio destartalado con techo de paja, que era un edificio muy antiguo. La comida tampoco era tan buena, pero aguanté la falta de buena comida y pasé tres años en el dormitorio de Noha, Ogimi. También había un Quonset (cuartel militar estadounidense) en la escuela, de forma semicircular. Yo soy la octava generación de graduados de esa escuela. Nuestros libros de texto eran como folletos y cuadernos delgados. Estuve viviendo en el dormitorio escolar, pero no estudiaba mucho. Siempre estaba cuidando a los estudiantes más jóvenes. Todos los estudiantes que venían de lejos lloraban cuando entraban al dormitorio, diciendo que querían volver a Yanbaru, volver a casa, y que la comida era terrible. Había pocos servicios de autobús en esos días. y no fue fácil para los estudiantes regresar a casa. Entonces, si los estudiantes más jóvenes se enfermaban, yo los cuidaba sin ir a la escuela, les hacía papilla, a menudo los cuidaba como una enfermera, y no pude estudiar mucho. Pero aún así fue una buena época en la escuela.

Mi padre trabajaba en una gran empresa de construcción en Naha. Cuando terminé la escuela, me dijo que había vacantes en la empresa para la que trabajaba, así que me fui a Naha y trabajé en la misma empresa que mi padre.

Ser profesora en mi Alma mater

Alrededor de ese tiempo, el director de mi alma mater (escuela primaria de Aha) me pidió que fuera a su escuela porque no había nadie para ser profesor, así que fui con mucho gusto a la escuela. Mi familia se había mudado a Naha, así que me quedé en la casa de mi abuela y me convirtí en profesora asistente en la Escuela Primaria Aha. Después de eso, renovaba mi contrato anual como profesora asistente, pero el director me dijo que era apta para enseñar, me recomendó continuar como docente. Entonces, tomé un curso por correspondencia de la Universidad de Ryukyus para obtener créditos. Tomé clases con profesores universitarios que venían a Okinawa desde el Japón continental. Una vez que obtuve los créditos necesarios, obtuve un certificado de enseñanza de primera clase y continué enseñando como docente.

No quería que los niños tuvieran que pasar por lo mismo que yo pasé. Ahora mis alumnos son mayores, y algunos se han convertido en profesores y directores, todos están haciendo su mejor esfuerzo y eso me hace muy feliz.

Un mensaje para los jóvenes

Me gustaría que los jovenes tengan un poco más de interés en el mundo, que tomen el tiempo de estudiar la historia del mundo y ver qué les depara el futuro, y que descubran lo que ellos mismos pueden hacer por la paz. Así es como yo lo veo.


La Sra. Keiko Taira fue profesora de primaria durante muchos años y se dedicó a la educación para la paz. Como superviviente del «Incidente del Tsushima Maru», continuó hablando de sus propias experiencias, e incluso después de jubilarse, continuó transmitiendo la realidad de la Batalla de Okinawa como una «narradora».